domingo, 1 de noviembre de 2009

Razones para odiar… Madrid

Madrid es una ciudad estupenda… cuando tienes tiempo y dinero, sobre todo cuando no te falta lo primero. Como en mi caso no dispongo ni de uno ni otro, me encuentro con razones de más para odiar a la capital:

1- Quizás la primera de toda que sorprende a los “inmigrantes” que venimos de provincias es: las colas.
Cada vez que en Madrid he de hacer cualquier gestión me toca hacer colas de minutos, horas, días, años luz.. Sí, sé que año-luz es una medida de distancia y no de tiempo: ¡¡¡estoy midiendo lo larga que es la cola!!.
Antes pensaba que bueno, que si las colas había que hacerlas para cosas necesarias e imprescindibles, que por ahí tenía que pasar, que no me quedaba otra. Llegué a tomar como natural el hacer una fila para solucionar burocracia, o el esperar horas para formular una queja en el Ayuntamiento. Pero, leches, si es que los madrileños hacen cola para todo: para ir al cine: “Oye, maja, ¿quedamos a las 5 en la puerta del cine?... ¿tan pronto es la peli?.... ¡que va, es a las 10, pero es que hay que sacar las entradas!”.
¡No me tomes el pelo!, en este plan casi tengo que organizar mi agenda para poder perder dos horas en una peli y 5 en sacar el ticket.
Colas para pedir en un restaurante, colas para sacar cualquier tipo de entrada, colas para entrar en el metro… si no fuera porque el puente de Segovia lo protegieron, fijo que habrá colas para suicidarse.

2- Hablando del metro, después de haber pasado por ciudades con él: Barcelona, Paris, Roma, etc.. reconozco que es de lo mejorcito en cuanto a transporte público que me he encontrado nunca. Pero como todo, odio el metro a las horas punta, ya no porque el olor sea digno de un matadero: sangre, sudor y lágrimas, sobre todo sudor, sino porque como te toque coger alguna de las líneas viejas vas jodida… bueno, jodida si te dejas, que hay que andar poniendo la espalda contra la pared para que no te exploren las entrañas en el marasmo en el que acabas. La próxima que tenga recisión ginecológica ya sé donde ir.. y mira, creo que aquí no hace falta hacer cola para que te revisen los bajos.
De todos modos, ya me quejé anteriormente, a pesar de todo, sigue siendo mi transporte favorito. En capítulos anteriores: Más del Metro

3- Entramos en el otoño, bonitas fechas, me gusta el abrigarme, me gusta el color de los árboles, me encanta la lluvia.
En Madrid algo extraño sucede cuando llueve, de pronto todos los conductores de la ciudad olvidan como llevar sus coches, si ya el tráfico tiende a ser caótico y lento, basta que caigan dos gotas para que Mercedes, Audis, Seats o Peugeots se transformen en casitas de caracoles: ¡¡coñe, que son dos gotas, que podéis seguir yendo a 40 kms. por hora!!, juro que en días de lluvia he visto a viejecitas adelantar a los coches en carretera. ¿Dónde dejan su famosa agresividad volantil esos días? ¿Son brujas del oeste que se deshacen con el líquido elemento?

4- La mayoría de los madrileños que he tenido el placer de conocer en ámbitos laborales, antes o después han acabado quejándose de sus sueldos y su complicación de llegar a final de mes. No discuto que me muevo en ambientes de capacidad adquisitiva media, la pequeña burguesía, supongo que por eso el llegar a final de mes es más costoso que para el resto de habitantes…
Sin embargo, me resulta chocante que esos mismos compañeros que se quejan de sus salarios, de sus penas económicas, luego no dejen de ir a tomar el desayuno en el bar de al lado, el café de media tarde y las cañas del final del día.
Veamos, señores, seamos consecuentes y coherentes con nosotros mismos, el gasto dedicado a esos desayunos que bien puedes tomar en casa (unos 4 euros diarios por lo bajo), del café de después de comer (1 euro por ser barata), y las cañas (otros 5 euros, porque hay rondas que invitar), hacen un cómputo total mensual de: 300 euros al mes.. ehem.. eso es lo que hace que mi sueldo pase de ser irrisorio a ser de supervivencia.
Si se quieren quejar que lo hagan, ¡pero no conmigo, que gano menos que ellos y encima me callo y hago malabares para no acabar en números rojos!!.
Que sí, que el dinero está para gastarlo, pero si se hace así, ¡¡no te pases el día entero llorando las penas al de al lado!!

5- Derivando la idea anterior del dinero: en mi ciudad, si no tengo pasta y sin embargo me muero de ganas de ir a tomar un café, me pongo las pilas y no lo hago en el sitio más caro, lo mismo que el ir a cenar con los amigos los fines de semana. ¿ Starbuck, Vips? Todos estos locales se caracterizan, para mí, bajo un mismo rasero: la calidad no está en absoluto acorde con sus precios. Siempre que me quejo de esto, mis madrileños amigos se justifican diciendo: “Si el Vips es barato”… No, no, el Vips es carísimo, la calidad de su atención al cliente, de sus platos y de su cantidad es claramente inferior al precio que pagas por ello, lo que hace que sí, que el Vips sea caro. Sí, el Starbuck es caro también!
¿Por qué se empeñan en intentar convencerme de que es barato?, que soy de económicas! Que hay muchas más magnitudes que valorar además del precio que etiquetan.

6- La complicación de relacionarse con la gente: no sé como será en otras ciudades, desgraciadamente imagino que tan complicado como aquí. Conocer gente es tan difícil que me apena ver que reducidos acaban siendo nuestros círculos. La gente en la calle no sonríe, no es nada amigable ni acogedora.
Me he descubriendo sonriendo por la calle, pero no porque notara mi sonrisa en la cara, sino por la cara de extrañeza que ponían con los que me cruzaba.
Eso sí que me da pena, la gente va tan a su rollo que hace esto un poco más frío. Es lo que menos me gusta de todo.
Y claro, ir a Gran Vía y decirle a quien me cruzo: “hola, ¿quieres ser mi amigo?”, creo que haría que en breve acabase en medio de algún sanatorio mental, que no digo que no lo merezca pero es que tengo la agenda tan apretada que me rompe los planes.

Y para los que piensen: Pues si no te gusta: vete. Eso trato, eso trato, en cuanto pueda creo que me vuelvo a mis provincias, que al menos allí el concepto de vida se acerca más a vivir de verdad y no sobrevivir como aquí.

2 comentarios:

La de la ventana dijo...

Qué puñado de grandes verdades has metido en un solo post, chiquilla... Yo llevo unos añitos en la periferia de Madrid y cuando voy (cada vez menos) me alucina la malísima calidad de vida que hay ahí. Y lo de la gente que va ensimismada o con cara de mala hostia lo has descrito perfectamente. Si la fama que tenemos los españoles de simpáticos y acogedores pasa por Madrid capital... ejem...

Hide dijo...

No, mujer, la otra fama que tenemos es la de "viva la pepa y el Rey de los vagos", que a mí que me digan de donde la han sacado porque yo curraba 10 horas diarias.. y no soy la única, jeje