lunes, 30 de julio de 2007

Tic, tac...

La Cumbre del Cambio Climático en Nairobi, que centrará sus debates en el régimen futuro de compromisos de emisiones de gases de efecto invernadero para el periodo después del Protocolo de Kioto (2008-2012). El objetivo del Protocolo de Kioto es conseguir reducir un 5,2% las emisiones de gases de efecto invernadero globales sobre los niveles de 1990 para el periodo 208-2012. Este es el único mecanismo internacional para empezar a hacer frente al cambio climático y minimizar sus impactos.

Vale, que bonito es todo, que bien queda la foto oficial, y que buenas intenciones, pero lo que se pretende: el llegar a compromisos después del Protocolo de Kyoto (¿esos compromisos en los que el máximo responsable, del 24% mundial sino recuerdo mal, es el primero en no cumplir porque no le interesa? George “me resbala la contaminación” Bush y país) para mí no son más que falacias, porque en el momento de cambiar las políticas medioambientales y legales todo el mundo se retracta de sus palabras. ¿Cuántos han cumplido la normativa a la que se comprometieron?¿cuántos han bajado efectivamente su emisión de gases contaminantes?¿cuántos no están estirando hasta el imposible los plazos? Lo siento, es que no me lo creo.

Hay mil informes de distintas organizaciones, miles de voces que piden hacer algo desde hace tiempo:”El informe del ex jefe de Economía del Banco Mundial, Nicholas Stern, (el cuidado del ecosistema tiene su máximo rival en la economía, así que qué mejor que una voz como la de Stern), advierte que si hasta el año 2050 los gobiernos no consagran por lo menos 1% de sus ingresos para reducir las emisiones con efecto invernadero, la economía del planeta podría perder entre 5 y 20% de su PIB”. ¿No les importa más la economía que el planeta? ¡pues que vean que también les afectará! ¡Démosle donde les duele! (se destaca el hecho de que el precio récord del petróleo crudo en los últimos meses ya ha hecho que en algunas empresas se registre un cambio en sus esquemas de consumo de energía, independientemente de su conciencia por el cambio climático y otros problemas medioambientales… me da igual porque cambien el chip, me importa que lo cambien)Informe Stern y Stern

Recuerdo cuando era pequeña que las cosas estaban más o menos claras: el verano empezaba en julio y acababa en septiembre. ¿ahora cuándo? Este año en mayo ya andábamos en tirantes y en octubre seguíamos así. Llueve sin medida, sin descanso o sin dejar caer gota, que sólo nos queda bailar la danza de la lluvia en verano.
Siempre ha habido ciclos, sequías puntuales, inundaciones estivales, pero si el ecosistema se ha regulado a sí mismo durante millones de años, la frecuencia de estos ciclos en los último 30 años (los que yo recuerdo) se ha acelerado peligrosamente, ya no es natural.

¿Acaso nos quedará alguna esperanza de vida cuándo acabemos con nuestra “casa y despensa”? ¿Creemos que la Naturaleza es invulnerable e inmortal?¿Qué más necesitamos para que nos demos cuenta de que las cosas están mal, muy mal? No hay peor ciego que el que no quiere ver, y todos estamos como poco medio tuertos. El cambio empieza por las cosas minúsculas, por favor, al menos seamos conscientes de ello. Nuestro poder es mayor del que pensamos, como ya he dicho alguna vez: el poder teme la sublevación del pueblo, creamos en eso.

Decía un amigo que a la Tierrale importamos muy poco, que el día que no estemos (que mira que hacemos méritos para eso) ella volverá a regenerarse y todo comenzará de nuevo. Como le dije: a mí me importa menos el dejarle la Tierra a mis hijos o mis nietos que el que se lo debo por lo que nos ofrece (es como morder a quien te alimenta, no hay estupidez mayor), y es que cuando yo esté muerta ya todo me dará igual. (suena pesimista? egoísta? quiero un mundo bueno ya! No para mañana)
Decíamos que somos menos que virus para la Tierra, miserables parásitos, porque un virus no se mata a si mismo, no es tan inconsciente en su mínima “conciencia”.
Somos la excepción que confirma la regla de que la Naturaleza es sabia, el fallido resultado de una evolución aberrante. No merecemos haber llegado donde hemos llegado, quizás nos merecemos ser extintos, sobre todo porque la mayor ironía es que seremos los responsables directos de nuestra propia extinción.

¿Nos queda tiempo?

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